A partir del 1 de julio de 2025, Tennessee entrará en una nueva etapa legal con la entrada en vigor de la ley HB 0322/SB 0392. Una legislación que, en papel, promete combatir el contrabando de personas, pero que en la práctica está generando un profundo temor en iglesias, familias mixtas, propietarios de viviendas y organizaciones comunitarias. Esta ley no sólo endurece penas, sino que abre la puerta a interpretaciones que podrían criminalizar actos de compasión cotidiana.
Lo que dice la ley (y lo que realmente preocupa)
La HB 0322, también conocida como la nueva “ley anti–harboring” de Tennessee, establece que cualquier persona que “albergue, oculte o transporte” a individuos que hayan ingresado o permanecido en el país sin autorización, y que lo haga, además, con algún beneficio financiero o intención de ocultarlos de las autoridades, puede ser acusada de cometer un delito.
A simple vista, puede parecer una ley pensada para grandes redes de tráfico humano. Pero, al leer con cuidado, muchas personas están viendo algo más inquietante. Porque aquí no se trata solo de criminales organizados. Se habla de familias, pastores, vecinos.
¿Qué cambia exactamente?
La ley introduce el delito de “contrabando humano” (human smuggling) como un crimen de Clase E, con hasta seis años de prisión y multas que podrían alcanzar los $3,000, si alguien transporta o induce a un grupo de personas indocumentadas con el objetivo de obtener un beneficio económico. Si hay menores de por medio, y especialmente si alguno tiene menos de 13 años, el cargo sube a delito de Clase A, con consecuencias mucho más graves.
Además, establece un nuevo delito por “albergar” o “esconder” a una persona indocumentada, con una multa de $1,000 por cada persona afectada. Y ojo, no se trata solo de esconder en un sentido literal. La ley define “harboring” como brindar refugio o simplemente no revelar el paradero de alguien que no tiene estatus legal.
Como si fuera poco, el fiscal general del estado ahora tiene poder para disolver organizaciones, revocar licencias, cerrar iglesias o nombrar un “interventor” si sospecha que han cometido o están por cometer un delito de contrabando humano.
Un impacto que ya se siente en la comunidad
El miedo ya está aquí. Líderes comunitarios reportan que algunas familias están reubicando a sus seres queridos, propietarios están considerando dejar de alquilar por temor a ser acusados, y algunas iglesias están cancelando eventos.
“Políticos obsesionados con el poder en nuestra legislatura estatal están usando a las comunidades inmigrantes como saco de boxeo, explotando la ansiedad que enfrentan los habitantes de Tennessee,” dijo TIRRC en un comunicado.
Y tiene razón. Porque la ambigüedad de esta ley es lo que más alarma a muchos. No establece claramente cuándo una acción es “intencional“, ni qué tipo de “ganancia” convierte un acto de ayuda en un delito. Eso, según varios expertos, abre la puerta a errores judiciales o incluso abusos.
Iglesias, arrendadores y ONGs: ¿criminales?
Para muchas organizaciones religiosas, la nueva ley es un golpe directo a su misión. La Iglesia Evangélica Luterana, junto a otras instituciones y defensores, presentó una demanda federal el pasado 20 de junio, argumentando que la ley viola la libertad religiosa y delega al estado funciones que son, constitucionalmente, federales.
“No podemos quedarnos callados mientras se criminaliza el amor al prójimo”, dijo uno de los líderes religiosos que firmó la demanda.
Lo mismo ocurre con arrendadores que, simplemente, no preguntan por el estatus migratorio de sus inquilinos. O con organizaciones que dan alimentos, transporte o refugio sin discriminar.
Hoy, todos ellos podrían estar en la mira.
La ley aclara que “no es una violación al contrabando humano que un abogado con licencia y admitido para ejercer la abogacía en este estado brinde asesoramiento legal genuino a un individuo; o una persona brinde servicios de atención médica o asistencia a un individuo que se presenta en un centro de atención médica autorizado en este estado.”
¿Y ahora qué?
El futuro inmediato es incierto. La demanda federal busca suspender la ley mientras se debate su constitucionalidad. Pero el daño ya está hecho. El mensaje que percibe la comunidad es que ayudar puede ser peligroso.
Y eso, más allá de lo legal, toca una fibra profunda: la del sentido común, la compasión y la solidaridad que tantas veces han sostenido a nuestras comunidades.