The Tennessean: Un acalorado debate sobre la Primera Enmienda y los derechos de los inmigrantes se extiende por todo Estados Unidos tras la detención de Mahmoud Khalil, un estudiante de la Universidad de Columbia y titular de una tarjeta de residencia, acusado de actividades contrarias a la seguridad nacional. Su arresto y la amenaza de deportación han generado un fuerte cuestionamiento sobre los límites de la libertad de expresión para los residentes legales en el país.
El arresto de Khalil y su posible deportación:
Mahmoud Khalil, nacido en un campo de refugiados sirio tras el desplazamiento de su familia de Palestina, ingresó a Estados Unidos en 2022 con una visa de estudiante y, en 2024, obtuvo la residencia permanente. Sin embargo, el pasado 8 de marzo fue detenido en el vestíbulo de su residencia universitaria en Columbia y trasladado a un centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Luisiana.
Su arresto se produjo tras su participación en protestas contra la guerra en Gaza, organizadas dentro del campus universitario. Según la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, Khalil habría distribuido propaganda a favor de Hamás y hostigado a estudiantes judíos, lo que justificaría la revocación de su residencia en virtud de la Ley de Inmigración y Nacionalidad.
“Este gobierno no va a tolerar que personas con el privilegio de estudiar en nuestro país se alineen con organizaciones proterroristas que han asesinado a estadounidenses”, declaró Leavitt.
El choque entre inmigración y la Primera Enmienda
El caso de Khalil ha puesto en el centro del debate los derechos de la Primera Enmienda para los no ciudadanos. Mientras la Corte Suprema ha reconocido históricamente ciertos derechos constitucionales a los inmigrantes dentro del país, el gobierno argumenta que la deportación no viola la libertad de expresión.
Cinco grupos de defensa de la Primera Enmienda, incluida la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión (FIRE), han presentado escritos legales en su defensa. “El arresto de Khalil, que el presidente Donald Trump anunció como el ‘primero de muchos’, constituye una afrenta al principio de que el gobierno no puede castigar a las personas por sus opiniones”, declaró Conor Fitzpatrick, abogado de FIRE.
Casos históricos, como Bridges contra Wixon (1945), han establecido que los inmigrantes legales en Estados Unidos gozan de derechos constitucionales, incluida la libertad de expresión. Más recientemente, el juez Antonin Scalia sostuvo en 2014 que incluso los inmigrantes indocumentados están protegidos por la Primera Enmienda.
Sin embargo, Hans von Spakovsky, de la conservadora Fundación Heritage, discrepa: “Un extranjero en Estados Unidos no tiene los mismos derechos que un ciudadano. Puede ser expulsado sin necesidad de ser acusado de un delito si el fiscal general considera que su actividad representa un riesgo para la seguridad nacional”.
¿Un precedente peligroso?
El futuro de Khalil se decidirá en una audiencia fijada para el 8 de abril. Si el juez de inmigración ordena su deportación, podría apelar ante la Junta de Apelaciones de Inmigración y eventualmente ante la Corte Suprema.
Pero más allá de su destino personal, su caso podría sentar un precedente preocupante. “Todos los que vienen a este país sin ser ciudadanos tendrán que saber que el gobierno puede evaluar lo que dicen, y si no les gusta, podrían ser deportados”, advirtió el profesor de derecho Gabriel Chin.
Para Patrick Eddington, del Cato Institute, la disposición legal que sustenta la posible deportación de Khalil es “vaga y lista para ser impugnada constitucionalmente”. Además, considera que la administración Trump está utilizando la ley de inmigración como herramienta política.
Mientras Khalil sigue bajo custodia, su caso ha dejado en evidencia una cuestión fundamental: ¿hasta qué punto la libertad de expresión protege a quienes aún no son ciudadanos estadounidenses? La respuesta, más que legal, parece estar marcada por el clima político del país.