Norma de registro migratorio: ¿Una regulación justa o un arma de deportación?

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El gobierno de EE.UU. ha anunciado la implementación estricta de una antigua norma de registro para extranjeros, un requisito que hasta ahora se aplicaba de manera limitada. La medida, impulsada por la orden ejecutiva del presidente Donald Trump el 20 de enero de 2025, obliga a todos los no ciudadanos a registrarse con el gobierno en un plazo de 30 días tras su llegada o después de cumplir 14 años. El incumplimiento será considerado un delito penal, con consecuencias que van desde multas hasta la deportación.

Si bien la administración lo presenta como un simple ajuste legal, la realidad es mucho más compleja. Esta política no solo crea una vulnerabilidad legal para inmigrantes indocumentados, sino que también encaja perfectamente con las prioridades del Proyecto 2025, impulsado por sectores ultraconservadores que buscan identificar y rastrear a las personas sin estatus migratorio legal en EE.UU.

¿Una nueva herramienta de deportación?

Para los inmigrantes indocumentados, registrarse significa exponerse al riesgo de ser incluidos en una base de datos que podría ser utilizada para futuras redadas y deportaciones masivas. Quienes decidan no cumplir enfrentan la posibilidad de ser procesados penalmente, creando un dilema que ha generado preocupación en las comunidades migrantes y entre defensores de derechos humanos.

Además, esta política podría abrir la puerta a prácticas de perfiles raciales, aumentando el riesgo de detenciones arbitrarias basadas en la apariencia o el idioma. También genera interrogantes sobre derechos constitucionales, como la protección contra la autoincriminación y el derecho a la privacidad.

Desafíos logísticos y clima de miedo

Más allá de las implicaciones legales, la implementación de esta norma representa un reto gigantesco para el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EE.UU. (USCIS), una agencia que ya enfrenta enormes retrasos en trámites de visas y asilo. Sin recursos adicionales, el riesgo de fallas y demoras es alto, lo que podría derivar en un caos administrativo.

El impacto social también es preocupante. El temor a la persecución podría hacer que muchos inmigrantes eviten interacciones con autoridades, servicios de salud e incluso la educación de sus hijos. Además, el discurso que describe la inmigración como una “invasión” podría alentar a grupos extremistas y vigilantes a hostigar a personas que consideren “sospechosas”.

¿Reforma o represión?

El endurecimiento de esta norma no parece responder a una necesidad de orden migratorio, sino a una estrategia política que busca restringir aún más la vida de los inmigrantes en EE.UU. En lugar de ofrecer soluciones reales—como vías de regularización o mejoras en el sistema de visas—la administración opta por medidas coercitivas que generan incertidumbre y temor.

Para la comunidad migrante, la pregunta es clara: ¿registrarse y arriesgarse a ser rastreado o no hacerlo y enfrentar un proceso penal? En cualquiera de los casos, la política se siente menos como una regulación y más como un mecanismo de control masivo.

Con información de: Tracy Love, para Memphis Noticias