Washington / Memphis, Tennessee — La marihuana, durante décadas colocada por el gobierno federal al mismo nivel que la heroína y el LSD, podría estar a punto de salir de esa categoría. Trump firmó una orden ejecutiva que impulsa su reclasificación como una droga menos peligrosa, un movimiento que sacude la política antidrogas de Estados Unidos y reaviva el debate a nivel nacional y estatal.
La medida ordena avanzar en el proceso para que el cannabis deje de ser considerado una sustancia de la Lista I —las más peligrosas según la ley federal— y pase a la Lista III, donde se ubican drogas como la ketamina y algunos esteroides anabólicos. No significa legalización total, pero sí un giro profundo en la forma en que el gobierno regula, investiga y grava la marihuana.
“Hay gente que me ruega que haga esto. Personas que sufren mucho dolor”, dijo Trump al justificar su decisión, señalando el uso médico del cannabis como un factor clave.
Actualmente, la marihuana medicinal es legal en 40 estados y en Washington, D.C., y varios estados permiten también el uso recreativo. Sin embargo, a nivel federal la sustancia sigue estando estrictamente regulada, lo que deja a pacientes, médicos y negocios expuestos a posibles sanciones.
La reclasificación no legalizaría el uso recreativo en todo el país, pero sí podría reducir la pesada carga fiscal sobre la industria del cannabis y facilitar la investigación científica, algo que durante años ha sido un obstáculo.
Desde Memphis, la senadora estatal de Tennessee, London Lamar, celebró la orden ejecutiva y lanzó un mensaje directo a los legisladores del estado.
“El gobierno federal está avanzando en la dirección correcta con respecto al cannabis y los legisladores de Tennessee deberían tomar nota. Nuestras leyes sobre la marihuana están estancadas en la era oscura: excesivamente punitivas, desfasadas de las de nuestros vecinos y lastrando el progreso de nuestro estado”.
Lamar subrayó que la reforma del cannabis no solo es un tema de libertad, sino también de salud pública y responsabilidad fiscal. “Estamos gastando dinero de los contribuyentes en encarcelamientos, en lugar de invertir en carreteras, escuelas y atención médica”, afirmó.

Las encuestas respaldan el cambio. Según Gallup, el apoyo a la legalización de la marihuana ha crecido del 36 % en 2005 al 64 % en la actualidad, aunque con una leve caída reciente, impulsada principalmente por la disminución del respaldo entre votantes republicanos.
De hecho, más de 20 senadores republicanos firmaron una carta este año pidiendo a Trump que mantenga la marihuana como droga de la Lista I. El grupo, liderado por el senador Ted Budd de Carolina del Norte, argumenta que el cannabis sigue siendo peligroso para la salud mental, la seguridad vial y el entorno laboral.
“Los únicos beneficiados por la reclasificación serán actores maliciosos como la China comunista”, advirtieron en la misiva.
La orden de Trump también impulsa la expansión de la investigación médica y el acceso al CBD, un derivado legal del cáñamo que se utiliza para tratar dolor, ansiedad y trastornos del sueño, aunque sigue siendo objeto de debate científico.
El doctor Mehmet Oz, director de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, anunció que un nuevo programa piloto permitiría a adultos mayores acceder al CBD sin costo, siempre que sea recomendado por un médico.
Actualmente, más de 30,000 profesionales de la salud están autorizados a recomendar cannabis a más de 6 millones de pacientes en Estados Unidos, para al menos 15 condiciones médicas. La FDA reconoce evidencia científica en tratamientos relacionados con náuseas, vómitos, anorexia y dolor crónico, especialmente entre adultos mayores.
No todos ven el cambio con buenos ojos. Jack Riley, exsubdirector de la DEA, calificó la medida como un mensaje contradictorio, especialmente cuando Trump ha intensificado su guerra contra drogas como el fentanilo, incluso ordenando acciones militares contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico.
Grupos opositores como Smart Approaches to Marijuana ya advirtieron que demandarán si la reclasificación avanza.
Trump, por su parte, ha dejado claro que no promueve el consumo. “He animado a mis hijos a no usar drogas”, dijo, aunque reconoció que “los hechos obligan” a aceptar que la marihuana tiene usos médicos legítimos y ya forma parte del sistema de salud en muchos estados.
La discusión está abierta. Y si Washington empieza a cambiar, la pregunta ahora es clara: ¿están los estados, como Tennessee, listos para hacerlo también?







