La imagen idílica de un verano en Camp Mystic —un tradicional campamento cristiano para niñas a la orilla del río Guadalupe, en Hunt, Texas— se transformó en una escena de pesadilla. Lo que debía ser una temporada de juegos, amistad y aprendizaje, terminó en tragedia: al menos 59 personas murieron tras una repentina inundación el viernes, incluyendo 21 niños. Y este domingo, once niñas del campamento y un trabajador seguían desaparecidos.
Mientras las aguas comenzaban a retirarse, la devastación era imposible de ignorar. Cabañas arrancadas de raíz, vehículos volcados, paredes destruidas, y sobre todo, el silencio de quienes aún no han sido encontrados.
La tormenta, que descargó casi 30 centímetros de lluvia en pocas horas, desbordó el río Guadalupe y arrasó con todo a su paso en el condado de Kerr, una región montañosa conocida por albergar antiguos campamentos de verano. Al menos 15 niños murieron solo en este condado. En total, se han confirmado 59 fallecidos, incluyendo víctimas en Travis (4), Burnet (3), Kendall (2), Tom Green (1) y Williamson (1).
“Hasta las 9:00 am de esta mañana, hemos registrado 59 fallecidos en el condado de Kerr”, confirmó en conferencia de prensa el sheriff Larry Leitha. Detalló que entre ellos se cuentan 38 adultos y 21 menores. Agregó que aún hay 18 adultos y 4 niños pendientes de identificación.
Lo más desgarrador: de las 27 niñas reportadas como desaparecidas del Camp Mystic tras la creciente, varias han sido halladas sin vida. Al menos 11 menores y un trabajador siguen sin ser localizados, mientras las brigadas de rescate recorren las riberas en busca de sobrevivientes o víctimas.
El gobernador Greg Abbott visitó el sitio el sábado junto a los equipos de rescate. “No vamos a descansar hasta encontrar a todas las personas desaparecidas”, prometió, subrayando que más de 850 personas han sido rescatadas hasta ahora.
Desde el Vaticano, el papa León XIV —el primer pontífice estadounidense— ofreció condolencias en inglés al final de su bendición dominical: “Nuestras oraciones están con las familias que han perdido a sus seres queridos, especialmente a sus hijas en los campamentos de verano”.
Camp Mystic fue fundado en 1926 y ha sido, por generaciones, un refugio para niñas de entre 8 y 17 años. Para muchas familias texanas, enviar a sus hijas allí es una tradición que requiere años de espera.
Fotos compartidas antes del desastre muestran escenas de alegría: niñas abrazadas, pescando, jugando kickball, montando a caballo. Las cabañas, con nombres pintorescos como “Wiggle Inn”, estaban rodeadas de robles y cipreses. Hoy, algunas yacen reducidas a escombros. Una camioneta quedó atorada entre ramas, con un costado incrustado en un árbol. Una bandera de Texas cuelga solitaria entre paredes derribadas.
La maestra Chloe Crane, exmonitora del campamento, no pudo contener las lágrimas. “Mystic es un lugar muy especial. No puedo imaginar el terror que se vivió allí”, dijo. “El campamento ha estado ahí desde siempre… y las cabañas literalmente fueron arrasadas”.
Las autoridades locales enfrentan ahora cuestionamientos sobre si actuaron con suficiente anticipación. El Servicio Meteorológico Nacional había emitido advertencias desde el jueves. Se esperaban entre 3 y 6 pulgadas de lluvia, pero cayeron 10. El río Guadalupe subió 26 pies en solo 45 minutos, superando su escala de medición.
No está claro qué protocolo de evacuación tenía el campamento, si es que existía alguno. El juez del condado de Kerr, Rob Kelly, admitió que el condado no cuenta con su propio sistema de alerta.
Agentes del Departamento de Caza y Pesca de Texas llegaron al campamento el viernes por la tarde. Ataron cuerdas sobre los puentes para que las niñas pudieran cruzar con el agua hasta las rodillas. Las más pequeñas dormían en cabañas junto al río: fueron las primeras en inundarse.
Elinor Lester, de 13 años, relató que fue evacuada en helicóptero tras despertarse a la 1:30 am por truenos y el golpeteo del agua contra la cabaña. “Fue muy aterrador. El campamento fue completamente destruido”, dijo.
Su madre, Elizabeth Lester, lloró al verla, todavía aferrada a un oso de peluche. “Mis hijos están a salvo, pero saber que otros siguen desaparecidos me está matando por dentro”.
Campamentos cercanos como La Junta y Waldemar informaron que todos sus campistas y personal estaban a salvo. No ocurrió lo mismo en Mystic.
Esta no es la primera vez que una tragedia golpea la región. En 1987, un autobús con adolescentes de un campamento cristiano fue arrastrado por una creciente cerca de Comfort, a 33 millas de Hunt. Diez jóvenes murieron. Hoy, casi cuatro décadas después, la historia parece repetirse, dejando al estado sumido en el dolor, la impotencia y la urgencia de respuestas.
Porque para los padres que aún esperan noticias, cada hora sin noticias es una eternidad. Y para quienes ya recibieron la peor llamada de sus vidas, el verano nunca volverá a ser igual.







