Trump, presión y un país dividido: Honduras vota en medio de un pulso político histórico

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En un domingo cargado de expectativas y tensión latente, millones de hondureños salieron a ejercer su voto en unas elecciones generales marcadas por un ingrediente externo imposible de ignorar: la intervención verbal del presidente estadounidense Donald Trump, quien no dudó en respaldar públicamente al candidato nacionalista Nasry “Tito” Asfura y amenazar con recortes a la ayuda humanitaria si no resultaba electo. Un escenario inédito que dejó una sombra larga sobre una jornada que, pese a todo, transcurrió mayormente en calma.

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Aunque cinco aspirantes compitieron por la presidencia, la contienda rápidamente se definió como una batalla entre tres figuras:

  • Rixi Moncada, exministra de Defensa y candidata de Libre.
  • Salvador Nasralla, veterano presentador y rostro del Partido Liberal.
  • Nasry “Tito” Asfura, empresario y carta fuerte del Partido Nacional.

Sin embargo, el primer corte preliminar del Consejo Nacional Electoral (CNE) dejó la contienda prácticamente reducida a dos: Asfura y Nasralla, con una diferencia mínima que convirtió la noche en un pulso cerrado. Asfura aparecía con 40.62%, mientras Nasralla obtenía 38.78% de los votos. Moncada quedaba relegada al tercer puesto con 19.6%.

Trump no solo mostró su preferencia por Asfura; además lanzó un ultimátum vía Truth Social: “Si no gana, Estados Unidos no malgastará su dinero”. Un mensaje que retumbó en un país que el año pasado recibió más de 193 millones de dólares en ayuda estadounidense, y que este año supera los 102 millones, pese a recortes adicionales.

Para Rixi Moncada, esto fue una línea cruzada. Señaló a Trump de interferir de forma “totalmente intervencionista”, mientras el propio Asfura intentaba desvincularse de figuras que pesan como plomo dentro del Partido Nacional, especialmente el expresidente Juan Orlando Hernández, condenado en EE. UU. a 45 años por narcotráfico.

“Yo no tengo ningún vínculo con él”, aseguró Asfura a AFP. Palabras necesarias en un país donde los viejos fantasmas del nacionalismo pesan más que nunca.

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La jornada electoral avanzó sin mayores incidentes. Hubo colas largas y se extendió una hora el cierre en algunos centros, pero en términos generales, los hondureños pudieron votar sin grandes contratiempos.

Aun así, las preguntas que acompañaron este proceso no son menores:

¿Se entregarán los resultados a tiempo?

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¿Respetará el partido Libre un resultado adverso?

¿Mantendrán las Fuerzas Armadas su independencia?

Con acusaciones anticipadas de fraude de varios partidos, el ambiente previo se sintió cargado. Tanto, que la presidenta del CNE, Ana Paola Hall, pidió públicamente que ningún candidato se proclamara ganador antes del conteo oficial.

Pero no todos escucharon. Desde temprano, figuras de Libre, Liberal y Nacional circularon supuestas encuestas de salida, encendiendo alarmas sobre un clima que podría volverse volátil.

Moncada, por su parte, llamó a sus seguidores a mantenerse “en pie de lucha” hasta el 100% del conteo.

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El virtual empate entre Asfura y Nasralla reabre un capítulo que muchos creían cerrado. El viejo bipartidismo, roto en 2021 con el triunfo histórico de Xiomara Castro, parece resurgir con fuerza. Y mientras Castro apoya sin reservas a Moncada, el voto pareciera haberse inclinado hacia otras direcciones.

Salvador Nasralla, quien aún asegura que en 2017 le “robaron” la elección, vuelve a intentarlo a sus 72 años. Promete “una economía abierta”, empleo y romper relaciones con China y Venezuela. Promesas que llegan en un contexto de creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela y operaciones antidroga que ya dejan más de 20 ataques a embarcaciones, según Washington.

El CNE tiene hasta 30 días para entregar los resultados oficiales, y la toma de posesión se ha fijado para el 27 de enero de 2026. Una demora significativa en el conteo podría afectar los equipos de transición y encender nuevos focos de tensión.

Mientras tanto, más de 4,000 observadores —incluyendo misiones internacionales— monitorearon un proceso electoral que, aunque tranquilo, se desarrolló en un país bajo estado de excepción desde 2022.

Hoy, Honduras amanece esperando. Y esa espera, en un país cansado de crisis políticas, puede ser más pesada que cualquier resultado.